sábado, octubre 24, 2009

malú urriola



Malú Urriola (Santiago, 1967). Ha publicado: Piedras Rodantes (Ed. Cuarto Propio, 1988); Dame tu sucio amor (Ed. Surada, 1994); Hija de perra (Ed. Cuarto Propio, 1998); Nada (Ed. LOM, 2003); y Bracea (Ed. LOM, 2007). En el 2002 recibe la Beca del Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura para realizar el proyecto poético de intervención urbana “Poesía es +: Lectura de poesía desde globos aerostáticos”. En el 2004 Recibe el Premio Mejor Aporte Televisivo, que otorga el Servicio Nacional de la Mujer a medios de comunicación, por el guión Sofía, (Una historia de maltrato a la mujer) dirigido por Christine Lucas, serie “Cuentos de Mujeres”, transmitido por Televisión Nacional de Chile en el 2003. En el 2004 se le otorga el Premio Municipal de Poesía y el Premio Mejores Obras Editadas 2004, que otorga el Consejo Nacional del Libro, por Nada. En el 2005 recibe la beca de creación literaria que otorga la Fundación Andes para escribir el libro Bracea. En el 2006 recibe el Premio Pablo Neruda, por su trayectoria poética. En el 2009 Recibe la Beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation, Creative Arts Poetry. Trabaja, además, como guionista de televisión y cine.



(De Piedras Rodantes)



XI

Lo estropearon todo, baby
y te bailas un rock de malas ganas
porque ellos quieren verte
reventar de noche
ebria
sin hablar con nadie
y de día se lo pasarán pateando gatos
es entretenido verlos pavonearse
con sus chascas y ropitas excéntricas
pretendiendo volver al divino tesoro
qué va, son iguales a los demás
las grandes lumbreras del mundo
devorando ratas en las bibliotecas
bebiendo de noche en algún bar snob
de algún barrio snob
y salir snobmente borrachos
trágate esa vaga sensación de techos
despoblados, pendeja
y ve a emborracharte hasta que revientes
con tus amigos oligofrénicos
a quién le importa
que el último gato gris se aleje
en medio de los cachureos del techo
y que a lo lejos Bob Dylan gima
“like a rolling stone”.


(De Dame tu sucio amor)

Santiago en ruinas, abril de 1992

No necesito nada más esta noche,
No quiero oír viejas anécdotas de poetas.
No sé si veré el futuro, si al menos
lo veré pasar por estos ojos.

Espero en la única gloria de los castrados.
Me abandonaré al silencio,
como un criminal abandona las armas y el placerde la sangre.


(De Hija de perra)


Pasé el sábado tumbada, fumando y leyendo, otra vez perdiendo el tiempo, tú sabes que el tedio me hace leer mucho y perder mucho el tiempo, me quedé pegada mirando al techo como una idiota, trivializada como una idiota, porque sólo una idiota puede espantar esta pena, no quería oírte, no quiero escucharte... me hace bien quedarme sorda, me hace mal, me saco el brazo para calmarme, lo tiro sobre la cama y me calmo, no sabes cómo me calmo, porque sin este brazo no soy nadie, nadie, sin este brazo soy la pobre inútil que quisieras ver, sé que desearías verme sin este brazo, sería tu triunfo que me quedara muda y no te hablara, y es que no te hablo, leí La amortajada sola, solita, amortajadita... entonces no tenía esta boca, esta herida tuya sobre el lomo que no se cierra... entonces no escribía ni era como si lo hiciese, sorda era sorda y no hablaba de nada y no tenía nada que escribir a nadie, ni me importa si te gusta la Bombal, ni sentía este impulso de averiarme, ni de escribir como una bruta, porque sólo una bruta bracea contra la corriente, sólo una bruta escribe en estos tiempos brutales, porque soy incapaz, tosca y necia, bruta la que cree que escribiendo vive, que escribiendo muere, bruta la que cree que un puñado de palabras sirve para algo, porque soy bruta insisto, porque soy bruta no entiendo, porque soy retardada, porque cada palabra que no pronuncian mis labios me muerden como los hocicos de cien perros... quítame estos perros, no los sueltes... arráncame las cadenas del cuello me lo rebanan, las palabras ya no me abastecen, las palabras no sirven para nada, para nada, ni siquiera dicen lo que querrían decir, las tuyas en cambio son certeras, las tuyas si van a matar, matan. Los pedazos de mí lo saben por eso te temen, por eso te desean. Me arruinan, sabes que las palabras me arruinan, me están revolviendo entera, les temo, les temo tanto como a la ausencia de palabras, el temor es inmóvil, el temor se parece al tedio, como si estuvieran unidos de la misma cabeza, ejecutan la misma telemetría, por eso cuando no escribo, leo, y cuando no leo, hablo, y cuando no hablo, sueño... no me dejes a solas con este tedio, a la deriva muda de este tedio... a la diestra y siniestra del tedio.



(De Nada)




No son las palabras las salvajes,
es el silencio, con sus miles de palabras innombrables.







No vueles, no te aturdiré con preguntas falaces.
No desaparezcas planeando en el viento.
De tus ojos se desprende una cortina si dejas de verme,
si no me ves sé quién soy.
Y entonces no puedo olvidarme de mí.

No mires a la hoja que tiembla con la brisa,
no quieras saber qué viene a decir el viento.
Mírame a mí,
este ego se desmorona si le quitas la vista,
si bajas la vista,
ni siquiera tengo la certeza
de no estar soñando contigo todo el tiempo.
¿Qué escuchas? Ladra un perro lejos, ¿eso escuchas?
¿O el silencio dice cosas que yo no podría comprender
de tan torpe que soy?

Hay un ruido,
bocinas,
alarmas,
ambulancias,
por todos los lugares pulula la melodía del terror.
Yo ya no temo.
En el mismo instante en que la boca dice no temer,
el miedo de contrae en el vientre.
Tengo una naturaleza animal que no cesa de aturdirme.

No dejes de escucharme, que si tú no me escuchas
ya no tendría nada más que un silencio brutal.

No vueles.
quédate a mi lado.
Esta noche la luna se pondrá encima del mar.
El mar se tragará esta noche.
No mires los destellos de la luz de la luna en el mar.
No mires las siluetas de los habitantes de las aguas,
mira la luna y esa nube que viene a cruzarse por encima.
Las nubes están condenadas a no tocar tierra,
el deseo las hace niebla.
Las veo arrastrarse sobre los cerros,
extenderse como olas.

No vuelves, no te marches con la bandada,
no podría seguirte.
Existimos los seres que no volamos.







Como si escribiera,
como si soñara que escribo
levanto una copa por esa noche que nos perdimos por Baires
y la trava exhibía sus gomas recién operadas
y me seguiste de bar en bar,
de noche en noche,
de muerte en muerte,
mientras el esmeralda de tus ojos
se clavaba en mí.
Lo mío es lo pequeño, lo inexacto, lo turbado,
lo que apenas puedo ver es lo que la cabeza comprende,
no escribo cosas extraordinarias,
no tengo el tic del poeta nacional,
detrás de la flor, la humedad.
No nacimos para nada grande,
apenas conseguimos una vida de artificial luz amarillenta
sobre la cabeza,
lejos, lejos de la cabeza,
existe un lugar donde los cóndores rozan la cordillera
como si por alas tuvieran palabras
Abajo la carroña citadina y la cruz del sur iluminándonos el cuero,
abajo la tierra, bajo los pies la tierra,
bajo la tierra, el cielo y el deshuesado recuerdo
de miles que tampoco han muerto para nada grande.
Al frente tus ojos, el pasado del futuro y el futuro del pasado
y esas caminatas por el Forestal
cuando no teníamos nada y por ello el mundo era nuestro.




(De Bracea)



No sé si caen lágrimas del cielo o llueve.
No sé si llueve o caen miles de lágrimas del cielo.
La vida llora cuando ella llora. Eso sí lo sé.
No sé si la ventana da a una noche real,
o sueño una noche que se proyecta desde el fondo
de este cuerpo malformado.


Soy un sueño aberrante.
Y por cargar este deforme destino he aprendido a desprenderme de las
gentes como se desprenden las plumas de los pájaros, las palabras de
las palabras y las hojas del viento.

.

.

.

J.P. Junior


J unior se inventó el J. P. antes del Junior.
Lo sé porque dejo pasar unos meses y le vuelvo a preguntar y me dice que se llama Juan Pedro, otras, Josef Paul, o Jeremías Prudencio… J. P. dice cualquier cosa.

J. P. tiene piernas sólo hasta las rodillas. Luego lo sostienen unos maderos sin músculos, ni carnes. Ya casi no puede moverse. Por eso se pasa la mayor parte del día sentado contándonos historias, cosas que tal vez ocurrieron pero que la memoria siempre deforma.

Cuando nosotras no lo miramos, él saca unos bastones de debajo de la mesa que tiene a su lado, cubierta con un fino mantel que nuestra madre le bordó. Nosotras sabemos que cuando J. P. quiere levantarse debemos mirar al techo, o hacia el lado, lo suficiente como para dejarlo sacar sus bastones e incorporarse con la dignidad de no ser observado en su ruina ávida de equilibrio.


J. P. no pudo jamás sobreponerse a la desgracia de haber perdido sus piernas.

El decía que las había olvidado en alguna parte. Que una mañana al levantarse, llegó hasta el baño, se cepilló los dientes y al mirarse la cara al espejo como todas las otras mañanas -esa bienvenida a la realidad de verse una arruga más, que constata la sobre vivencia de los días recientes y de esos ya tan alejados y poco probables-. Estaba meditando estas cuestiones matutinas cuando se dio cuenta que no tenía las piernas.

Así se pierden las cosas, nos dijo.
Un día, de pronto, ya no están.

 

DESBORDES Encuentro de arte femenino.Contacto:desbordesencuentro@gmail.com- Santiago de Chile, 2009.